Jorge Páez
Mega Fútbol
- 16/4/12
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- Equipo
El derrumbe definitivo de Barcelona como gran equipo (aunque se le abrió una chance insospechada de alcanzar la Liga de España) más la caída sorpresiva, y estrepitosa, de ‘Pep’ Guardiola con su Bayern en la ‘Champions League’, avivaron la llama votiva de los estilos; cuál vale, cuál no, qué sirve y qué no.
Los contras del ‘tiqui-taca’ estuvieron algunos años tragando saliva, pero ahora lucen eufóricos: tocaron el cielo cuando el Inter de Mourinho, tapiando su arco, dejó en el camino a Barça histórico en el 2010; también cuando Chelsea, colgado del travesaño, eliminó al club catalán en el 2012, ambas ocasiones en semifinal de Liga de Campeones, y fueron felicísimos con el Bayern de Heynckes, que arrasó impiadosamente al mismo Barça en la semi del 2013. Ni hablar ahora que el contragolpeador Real Madrid está en la final después de haberle dado una tunda de novela al Bayern en su versión ‘guardioliana’. Apenas se les chamuscó el asado con el actual Chelsea de Mourinho, un ídolo de multitudes (todo no se puede...), que tropezó feo frente a este Atlético de Madrid pragmático, luchador, aunque también agresivo para ir a buscar los partidos.
El fútbol de toque y posesión, en suma, viene perdiendo por ‘knockout’ los últimos combates. Eso sí, cuando pasen los años, el Barcelona de Xavi, Iniesta y Messi seguirá en el altar de los recuerdos, arriba de todos. Será como los cuadros de Van Gogh: cada vez adquieren mayor valor. Trazaron sobre el lienzo del fútbol una pintura sublime, inolvidable. A los otros apenas los mencionará la estadística.
Una final Chelsea vs. Real Madrid hubiese sido el paroxismo de millones que adoran ese fútbol ‘práctico’, ‘inteligente’, ‘directo’ y ‘ganador’. Pero ocurre que, si el Madrid pierde la Liga, será, entre otras causas, porque cayó en los dos encuentros de la temporada frente a Barcelona, que supuestamente representa el fútbol tonto, la antítesis de la astucia blanca. Y Chelsea quedó fuera de todo. Lo curioso es que, aunque se queden sin nada, estos equipos nunca pierden el rótulo de ‘prácticos’, ‘inteligentes’, ‘directos’ y ‘ganadores’. En cambio si el Barça gana la Liga, igual seguirá siendo el equipo ingenuo, de toque aburrido y que defiende mal. Vivo es el tercero.
Pero más allá de los gustos personales, vale subrayar que, dentro del reglamento, todos los estilos son válidos. Está demostrado que con todos se puede ganar. Si alguien opone la táctica del bus, como Mourinho, no se puede elevar una queja a la Fifa, hay que idear la fórmula para superarlo. Simeone, con su Atleti, no lloró: le rompió el bus en mil pedazos.
Simplemente, de un entrenador que conduce un plantel cotizado en 700 millones de euros como el Madrid, o en 600 como está valuado Chelsea, uno espera que sean más generosos con el espectáculo, arriesgar más, intentar mayor ida y vuelta. El Madrid tiene una disculpa atendible: posee cuatro aviones adelante: Bale, Di María, Cristiano y Benzema. Y vuelan. Manejan los espacios de manera fenomenal. Transforman tres pases en un gol. Se siente cómodo contratacando. Pero también exagera la espera del rival. Cuando le sale bien, son todas sonrisas; “Ja, ja... dominaron todo el partido y les metimos cuatro”. Pero a veces se da el tiro en el pie.
Siempre resaltamos la hazaña de Once Caldas en la Libertadores-2004. Inmortal. El ‘cuadrito’ del ‘Profe’ Montoya comenzó siendo cauteloso y terminó amurallando el arco del, en esa Copa, invencible Juan Carlos Henao. Ponía dos líneas de cuatro por delante, y si le daban los números, plantaba tres; pero el Once era el campeón mundial de la modestia, un ‘plantelito’ armado con monedas. Y en la recta final le tocaron nada menos que Santos, Sao Paulo y Boca, un campo minado. A esa altura, cualquier sistema era ponderable. Y cada rechazo de su defensa provocaba un extendido grito de euforia en Suramérica. Era lógico.
Mourinho acaba de ceder también la Liga inglesa (perdió los cuatro torneos que disputó). Lo condenaron una derrota de local contra Sunderland, que iba último, y un empate a cero con el virtualmente descendido Norwich. Y protestó: “Jugamos contra un equipo que necesitaba los tres puntos y no salió a ganar”. ¡Se quejó del planteo de Norwich...!
En el otro polo de ‘Mou’ está Guardiola, paladín del buen fútbol que tanto hemos halagado. No obstante, ‘Pep’ debiera revisar sus libros. Le han tomado la mano al ‘tiqui-taca’, al suyo de Bayern y al que dejó como herencia en el Barça. Han perdido frescura, sorpresa y definición. Con la posesión sola no alcanza. Ya todos saben cómo van a jugar, los esperan y les mandan lanzazos de contra. Y los hieren de muerte. Las grandes revoluciones del juego terminaron cuando los adversarios aprendieron a contrarrestarlas.
¿No tiene, o no quiere, ensayar alternativas, un ‘plan B’? El ‘tiqui-taca’, que en los pies de Xavi, Iniesta y Messi fue deslumbrante, parece estar convirtiéndose ya en un fundamentalismo. Y todo fundamentalismo deriva en obcecación. Son puros pases y pases laterales o hacia atrás que no abren huecos. Sin cambio de ritmo, que genera sorpresa y errores del rival, sin triangulaciones para poder penetrar, y sin la acción individual que rompe el cerco adversario y genera el desequilibrio numérico, el ‘tiqui-taca’ agoniza. Hay que refrescarlo.
No hay una sola forma de jugar fútbol. Y si la hubiera, aunque bonita, tal vez sería aburrido. Con todas las tácticas se puede ganar, con todos los jugadores no. He ahí la diferencia. Por eso, el hombre siempre estará por encima del sistema, por eficaz que este sea. Menotti dice: “No se puede hablar de táctica sin nombres propios”. ¿Guardiola pensará, después de tantos éxitos, que su sistema está por encima de los jugadores?
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
Todos los estilos son válidos... (Opinión) - Columnistas deportes - ELTIEMPO.COM
Los contras del ‘tiqui-taca’ estuvieron algunos años tragando saliva, pero ahora lucen eufóricos: tocaron el cielo cuando el Inter de Mourinho, tapiando su arco, dejó en el camino a Barça histórico en el 2010; también cuando Chelsea, colgado del travesaño, eliminó al club catalán en el 2012, ambas ocasiones en semifinal de Liga de Campeones, y fueron felicísimos con el Bayern de Heynckes, que arrasó impiadosamente al mismo Barça en la semi del 2013. Ni hablar ahora que el contragolpeador Real Madrid está en la final después de haberle dado una tunda de novela al Bayern en su versión ‘guardioliana’. Apenas se les chamuscó el asado con el actual Chelsea de Mourinho, un ídolo de multitudes (todo no se puede...), que tropezó feo frente a este Atlético de Madrid pragmático, luchador, aunque también agresivo para ir a buscar los partidos.
El fútbol de toque y posesión, en suma, viene perdiendo por ‘knockout’ los últimos combates. Eso sí, cuando pasen los años, el Barcelona de Xavi, Iniesta y Messi seguirá en el altar de los recuerdos, arriba de todos. Será como los cuadros de Van Gogh: cada vez adquieren mayor valor. Trazaron sobre el lienzo del fútbol una pintura sublime, inolvidable. A los otros apenas los mencionará la estadística.
Una final Chelsea vs. Real Madrid hubiese sido el paroxismo de millones que adoran ese fútbol ‘práctico’, ‘inteligente’, ‘directo’ y ‘ganador’. Pero ocurre que, si el Madrid pierde la Liga, será, entre otras causas, porque cayó en los dos encuentros de la temporada frente a Barcelona, que supuestamente representa el fútbol tonto, la antítesis de la astucia blanca. Y Chelsea quedó fuera de todo. Lo curioso es que, aunque se queden sin nada, estos equipos nunca pierden el rótulo de ‘prácticos’, ‘inteligentes’, ‘directos’ y ‘ganadores’. En cambio si el Barça gana la Liga, igual seguirá siendo el equipo ingenuo, de toque aburrido y que defiende mal. Vivo es el tercero.
Pero más allá de los gustos personales, vale subrayar que, dentro del reglamento, todos los estilos son válidos. Está demostrado que con todos se puede ganar. Si alguien opone la táctica del bus, como Mourinho, no se puede elevar una queja a la Fifa, hay que idear la fórmula para superarlo. Simeone, con su Atleti, no lloró: le rompió el bus en mil pedazos.
Simplemente, de un entrenador que conduce un plantel cotizado en 700 millones de euros como el Madrid, o en 600 como está valuado Chelsea, uno espera que sean más generosos con el espectáculo, arriesgar más, intentar mayor ida y vuelta. El Madrid tiene una disculpa atendible: posee cuatro aviones adelante: Bale, Di María, Cristiano y Benzema. Y vuelan. Manejan los espacios de manera fenomenal. Transforman tres pases en un gol. Se siente cómodo contratacando. Pero también exagera la espera del rival. Cuando le sale bien, son todas sonrisas; “Ja, ja... dominaron todo el partido y les metimos cuatro”. Pero a veces se da el tiro en el pie.
Siempre resaltamos la hazaña de Once Caldas en la Libertadores-2004. Inmortal. El ‘cuadrito’ del ‘Profe’ Montoya comenzó siendo cauteloso y terminó amurallando el arco del, en esa Copa, invencible Juan Carlos Henao. Ponía dos líneas de cuatro por delante, y si le daban los números, plantaba tres; pero el Once era el campeón mundial de la modestia, un ‘plantelito’ armado con monedas. Y en la recta final le tocaron nada menos que Santos, Sao Paulo y Boca, un campo minado. A esa altura, cualquier sistema era ponderable. Y cada rechazo de su defensa provocaba un extendido grito de euforia en Suramérica. Era lógico.
Mourinho acaba de ceder también la Liga inglesa (perdió los cuatro torneos que disputó). Lo condenaron una derrota de local contra Sunderland, que iba último, y un empate a cero con el virtualmente descendido Norwich. Y protestó: “Jugamos contra un equipo que necesitaba los tres puntos y no salió a ganar”. ¡Se quejó del planteo de Norwich...!
En el otro polo de ‘Mou’ está Guardiola, paladín del buen fútbol que tanto hemos halagado. No obstante, ‘Pep’ debiera revisar sus libros. Le han tomado la mano al ‘tiqui-taca’, al suyo de Bayern y al que dejó como herencia en el Barça. Han perdido frescura, sorpresa y definición. Con la posesión sola no alcanza. Ya todos saben cómo van a jugar, los esperan y les mandan lanzazos de contra. Y los hieren de muerte. Las grandes revoluciones del juego terminaron cuando los adversarios aprendieron a contrarrestarlas.
¿No tiene, o no quiere, ensayar alternativas, un ‘plan B’? El ‘tiqui-taca’, que en los pies de Xavi, Iniesta y Messi fue deslumbrante, parece estar convirtiéndose ya en un fundamentalismo. Y todo fundamentalismo deriva en obcecación. Son puros pases y pases laterales o hacia atrás que no abren huecos. Sin cambio de ritmo, que genera sorpresa y errores del rival, sin triangulaciones para poder penetrar, y sin la acción individual que rompe el cerco adversario y genera el desequilibrio numérico, el ‘tiqui-taca’ agoniza. Hay que refrescarlo.
No hay una sola forma de jugar fútbol. Y si la hubiera, aunque bonita, tal vez sería aburrido. Con todas las tácticas se puede ganar, con todos los jugadores no. He ahí la diferencia. Por eso, el hombre siempre estará por encima del sistema, por eficaz que este sea. Menotti dice: “No se puede hablar de táctica sin nombres propios”. ¿Guardiola pensará, después de tantos éxitos, que su sistema está por encima de los jugadores?
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
Todos los estilos son válidos... (Opinión) - Columnistas deportes - ELTIEMPO.COM