ONCE PUNTOS Y UN MONTÓN DE FÚTBOL
LUNES, 26 NOVIEMBRE 2012, 11:35
Recuerden, el Barça es una moda pasajera, le ayuda a ganar toda la corte celestial, tiene más suerte que vergüenza y lo forma un grupo de débiles enanitos que juegan a una cosa rara y ridícula. No es la primera ni será la última vez que la hormiga tenga que aguantar las burlas de la cigarra, sobre todo si vienen respaldadas por algún título bautizado machaconamente como "el mejor y más importante de la historia". Pero cuando llega el invierno de nuestro descontento, como escribió Shakespeare, la propaganda es una fina indumentaria con la que resguardarse del frío. El ínclito Mouriarty, rebautizado con ingenio como The Special One-One (11) por mi amigo @eduyo05, ha retomado la vieja cantinela de los horarios para disculpar su debacle, pero ya no cuela. Sobre todo, porque hace nada su equipo estuvo a punto de tropezar contra el Levante cuando venía de jugar Champions el martes y los granotas Europa League ¡el jueves! Y porque tendrá un día más de descanso que el Atleti antes del derbi del sábado.
Que el diseño del calendario FIFA es pésimo y esclavo de la televisión está claro. Pero la conspiranoia ya no encaja tan bien en el circo de nuestro villano favorito, ahora devenido en mártir de no se sabe muy bien qué. Su número está pasado de moda, como el del perro que baila o el de la foca malabarista. Se le escapó a Pepe Mel, técnico del Betis, el sábado en rueda de prensa después de birlarle los tres puntos. Dijo: "Hemos ganado al mejor equipo del mundo", sí. Pero también: "Supimos dejarles el balón para así hacerles daño". Declaración devastadora, heredera de la sabiduría del patio del colegio: "Dásela a ese, que no sabe". Tremendo. Nadie discute que existe más de una forma de jugar bien al fútbol, pero está por ver que el Real Madrid practique alguna de ellas esta temporada.
El Barça, la hormiguita, sigue a lo suyo: tener el balón y moverlo. Y los resultados le dan la razón, como ayer ante el Levante. No me detendré a examinar el hecho de que, lesión de Alves mediante, Tito alineara a once canteranos. No sólo porque es discutible que Cesc, Piqué o Alba merezcan ese calificativo sin mediar un asterisco junto al precio de su fichaje. También porque no veo nada de malo en que un Yaya Touré, un Alexis, un Neymar o un Hummels, por ejemplo, tengan sitio en el equipo azulgrana. No me va el pensamiento excluyente. Pero es que, además, en mi opinión tiene mucha más importancia lo siguiente: Vilanova ha dado con el equipo. Es el de Moscú y el de ayer, con Puyol o con Mascherano, tanto da. De aquí a final de temporada el técnico culé rotará, planteará alternativas con uno o dos extremos, Thiago y Song tendrán sus minutos en la medular, Alexis y Villa sumarán peligro... Pero el nivel de juego que ha demostrado en su última disposición del once con los cuatro genios del mediocampo más Messi y Pedro recuerda al de la mejor etapa de Guardiola.
Para empezar, la presión del Barça ha mejorado gracias a una interesante evolución táctica. Cuando no galopa hacia la línea de fondo, Jordi Alba ejerce de segundo mediocentro de cobertura, colocado casi en paralelo con Busquets, unos cinco metros por delante de la línea de mediocampo. Su posición no sólo libera a Cesc e Iniesta de obligaciones a su espalda y les permite arriesgar más. También espesa la red de seguridad ante las contras rivales. Mientras en un lado Sergio utiliza la anticipación, en el otro Jordi corrige por velocidad. Las recuperaciones tras pérdida, nudo gordiano del que fuera Pep Team, se multiplican. A partir de ahí, el Barcelona ha redoblado sus frentes de ataque. Con Fàbregas y Xavi en el césped, la fragancia del último pase siempre flota en el aire. Las subidas de los laterales amenazan indistintamente por un lado y por el otro, ensanchando el campo más que nunca. Pedro es un dolor de cabeza constante para la defensa rival, un volcán en erupción cuya lava se escurre entre los dedos. Y en el corazón de la maquinaria esperan, agazapados en una baldosa y sonrientes, el goleador más letal del planeta (no sé si han echado cuentas, pero Leo ahora mismo está en proyección de marcar más de 55 goles en Liga esta temporada) y la reencarnación de Nureyev. Andrés Iniesta ha jugado muchos partidos memorables con el Barcelona, pero sus dos últimos han sido sublimes. Exquisitos en las maneras, plenos de vigor y formidables. Ayer, Messi marcó un doblete, uno más, pero perdió tres balones tontos y sólo por eso su actuación parece un adefesio al lado de la conmovedora belleza con que Andresito, héroe del pueblo, sometió a sus rivales. No sé si el Balón de Oro se hizo para él, pero sin duda el fútbol le ha nombrado su hijo predilecto. Unidos todos los elementos del cóctel, este Barça es capaz de jugar igual de bien que la semana pasada, pero seguramente pueda hacerlo aún mejor. Si yo fuera madridista o atlético, esto me preocuparía mucho más que la distancia en la clasificación.