Jorge Páez
Mega Fútbol
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- 16/4/12
"No hay nada para celebrar, la vuelta a Primera es recuperar un lugar que nunca debió haberse perdido", sentenció Norberto Alonso, ídolo enorme de River, aún dolido por el descenso. La nación riverplatense no lo sintió igual. Literalmente, explotó con el ascenso. Ya se escuchaban por todos los barrios de Buenos Aires y en cada una de las cien ciudades satélites de la capital bombas de estruendo y gritos de desahogo después de cada gol. Gritaba el alma, no la garganta.
Con el último silbatazo del juez se desató la euforia contenida, el llanto, empezaron los bocinazos en las calles. Esta temporada fue terrible para River. Cada hincha envejeció diez años. Toda vez que asomaba la cabeza a la punta de la tabla, ¡pum! un martillazo lo tumbaba. Caía, se levantaba y volvía a caer. River armó un equipo como para pelear la Libertadores y terminó sufriendo horrores ante equipos como Aldosivi (iba último y le ganó en el Monumental), Guillermo Brown de Puerto Madryn, Boca Unidos (también lo derrotó), Defensa y Justicia y otros nombres poco ilustres.
Pero si el fútbol argentino es de por sí dramático, la 'B' Nacional es una categoría particularmente durísima, angustiante. Y además están Central, Huracán, Instituto, Ferro, Quilmes, Gimnasia, Chacarita, Atlanta... Instituciones grandes, centenarias, con mucha convocatoria, estadios importantes y, sobre todo, mucha tradición.
En ese contexto, con un técnico nuevo en la función -Matías Almeyda- River se largó a nadar y encontró un mar infestado de tiburones que se lo quisieron devorar. Repatrió del Valencia (sólo a préstamo por un año) a Alejandro Domínguez, el Chori, un volante tan exquisito como temperamental y contestatario, que hizo algunos lujos extraordinarios y se peleó con medio mundo. Volvió Fernando Cavenaghi, un goleador de clase, que también terminó enojado con los hinchas. Y contrató a varias figuras más, como el venezolano Maestrico González, el uruguayo Carlos Sánchez, Leo Ponzio, que regresó del Zaragoza... Todos pases de millón y medio de dólares para arriba.
A todos los perturbó la presión brutal de la gente, que exigía el ascenso ya... A la tercera fecha la hinchada quería tener diez puntos de ventaja, para estar segura. Así, el recorrido se fue transformando en un calvario. Para empeorarlo todo, como si te tiraran vinagre en los ojos, Boca saliendo campeón en la 'A', finalista de la Libertadores...
River llegó a vender 57.000 entradas frente a Instituto en Córdoba y 61.000 de local. ¡Un millón de dólares de taquilla en un partido de la 'B'...! Pero con el aliento bajaban también, como puñales, el clamor y la exigencia.
Quien se convirtió en ídolo, el que entró de lleno en el corazón del pueblo millonario fue David Trezeguet. Hincha desde chico, ya había manifestado estando en Juventus que quería volver al país a cerrar su campaña en River. Se incorporó en la segunda rueda. Al público le agradó el nombre, pero observó con cautela la contratación. Quería comprobar el estado en qué llegaba. Se encontraron con un goleador fantástico, plagado de recursos en el área, con un remate formidable y atléticamente impecable. Un crack, como ya se había vislumbrado en la Primera de Platense, a la que asomó con apenas 16 años.
Trezeguet, a su vez, halló la idolatría, la que es capaz de dar el público argentino. Que es única. Con todos sus desbordes e inconductas, el hincha argentino, cuando ama, ama... Lo recordaba Antonio Alzamendi: "Cuando cincuenta mil personas te empiezan a corear ¡U-ru-guayo... U-ru-guayo...! primero se te aflojan las piernas, y después te querés comer a los contrarios".
Chicho Serna lo sabe bien. Fue mimado de la hinchada de Boca, tenía canto propio ("Chicho, Chicho, Chicho... Huevo, huevo, huevo...") miles lo paraban por la calle para abrazarlo, agradecerle, invitarlo, regalarle cosas. Le pasa hoy, cuando vuelve a La Bombonera. Es algo muy fuerte.
Las coordenadas de River y Trezeguet confluyeron en un punto crucial en la vida de un club inmenso. El destino se lo llevó de jovencito a Francia y lo trajo para este año de River en la 'B'. Calmó las angustias con goles, con categoría. Y en la tarde histórica del retorno, fue el héroe, el de los dos goles, el primero como para grabarlo y verlo de tanto en tanto. Un zurdazo colosal, de primera, sin dejarla tocar el piso, con la bola clavándose en la ratonera, donde los arqueros casi nunca llegan (salvo que se apelliden Casillas).
Volvió River. El descenso fue la mancha más grande en sus 111 años de existencia. Pero ya comenzó a borrarla. Son horas de honda emoción. Resuenan bombas en los barrios, parecen oirse los acordes del himno millonario: "River Plate, tu grato nombre... derrotado o vencedor..."
Jorge Barraza
Para EL TIEMPO
http://www.eltiempo.com/deportes/columnistas/qu-desahogo-river-columna-de-jorge-barraza_11970615-4
Con el último silbatazo del juez se desató la euforia contenida, el llanto, empezaron los bocinazos en las calles. Esta temporada fue terrible para River. Cada hincha envejeció diez años. Toda vez que asomaba la cabeza a la punta de la tabla, ¡pum! un martillazo lo tumbaba. Caía, se levantaba y volvía a caer. River armó un equipo como para pelear la Libertadores y terminó sufriendo horrores ante equipos como Aldosivi (iba último y le ganó en el Monumental), Guillermo Brown de Puerto Madryn, Boca Unidos (también lo derrotó), Defensa y Justicia y otros nombres poco ilustres.
Pero si el fútbol argentino es de por sí dramático, la 'B' Nacional es una categoría particularmente durísima, angustiante. Y además están Central, Huracán, Instituto, Ferro, Quilmes, Gimnasia, Chacarita, Atlanta... Instituciones grandes, centenarias, con mucha convocatoria, estadios importantes y, sobre todo, mucha tradición.
En ese contexto, con un técnico nuevo en la función -Matías Almeyda- River se largó a nadar y encontró un mar infestado de tiburones que se lo quisieron devorar. Repatrió del Valencia (sólo a préstamo por un año) a Alejandro Domínguez, el Chori, un volante tan exquisito como temperamental y contestatario, que hizo algunos lujos extraordinarios y se peleó con medio mundo. Volvió Fernando Cavenaghi, un goleador de clase, que también terminó enojado con los hinchas. Y contrató a varias figuras más, como el venezolano Maestrico González, el uruguayo Carlos Sánchez, Leo Ponzio, que regresó del Zaragoza... Todos pases de millón y medio de dólares para arriba.
A todos los perturbó la presión brutal de la gente, que exigía el ascenso ya... A la tercera fecha la hinchada quería tener diez puntos de ventaja, para estar segura. Así, el recorrido se fue transformando en un calvario. Para empeorarlo todo, como si te tiraran vinagre en los ojos, Boca saliendo campeón en la 'A', finalista de la Libertadores...
River llegó a vender 57.000 entradas frente a Instituto en Córdoba y 61.000 de local. ¡Un millón de dólares de taquilla en un partido de la 'B'...! Pero con el aliento bajaban también, como puñales, el clamor y la exigencia.
Quien se convirtió en ídolo, el que entró de lleno en el corazón del pueblo millonario fue David Trezeguet. Hincha desde chico, ya había manifestado estando en Juventus que quería volver al país a cerrar su campaña en River. Se incorporó en la segunda rueda. Al público le agradó el nombre, pero observó con cautela la contratación. Quería comprobar el estado en qué llegaba. Se encontraron con un goleador fantástico, plagado de recursos en el área, con un remate formidable y atléticamente impecable. Un crack, como ya se había vislumbrado en la Primera de Platense, a la que asomó con apenas 16 años.
Trezeguet, a su vez, halló la idolatría, la que es capaz de dar el público argentino. Que es única. Con todos sus desbordes e inconductas, el hincha argentino, cuando ama, ama... Lo recordaba Antonio Alzamendi: "Cuando cincuenta mil personas te empiezan a corear ¡U-ru-guayo... U-ru-guayo...! primero se te aflojan las piernas, y después te querés comer a los contrarios".
Chicho Serna lo sabe bien. Fue mimado de la hinchada de Boca, tenía canto propio ("Chicho, Chicho, Chicho... Huevo, huevo, huevo...") miles lo paraban por la calle para abrazarlo, agradecerle, invitarlo, regalarle cosas. Le pasa hoy, cuando vuelve a La Bombonera. Es algo muy fuerte.
Las coordenadas de River y Trezeguet confluyeron en un punto crucial en la vida de un club inmenso. El destino se lo llevó de jovencito a Francia y lo trajo para este año de River en la 'B'. Calmó las angustias con goles, con categoría. Y en la tarde histórica del retorno, fue el héroe, el de los dos goles, el primero como para grabarlo y verlo de tanto en tanto. Un zurdazo colosal, de primera, sin dejarla tocar el piso, con la bola clavándose en la ratonera, donde los arqueros casi nunca llegan (salvo que se apelliden Casillas).
Volvió River. El descenso fue la mancha más grande en sus 111 años de existencia. Pero ya comenzó a borrarla. Son horas de honda emoción. Resuenan bombas en los barrios, parecen oirse los acordes del himno millonario: "River Plate, tu grato nombre... derrotado o vencedor..."
Jorge Barraza
Para EL TIEMPO
http://www.eltiempo.com/deportes/columnistas/qu-desahogo-river-columna-de-jorge-barraza_11970615-4