Tenía dos objetivos: ver crecer a sus hijas y volver a jugar. Aspiraciones legítimas tras recuperarse de un tumor y someterse a un trasplante de hígado. Abidal creyó que le iban a permitir seguir defendiendo la camiseta que honró, pero se topó con un no. El jugador quería presente , el presidente ofreció futuro: ‘No le estamos diciendo adiós, sino hasta cuando tú quieras’. Zubizarreta acudió al quite. No tuvo éxito. Era difícil tenerlo, así que dejó una confesión lapidaria: ‘No renovar a Abi es una decisión de esas que te pesan cuando te vas a dormir’. La no continuidad del galgo de La Martinica consiste en una tesis: el Barça es un club deportivo y no una ONG, y la admiración por el ser humano no debe ser carta blanca ni derecho adquirido para tener ficha del primer equipo. Renovar un contrato por caridad es mal negocio, dicen. En base a ese ideario, quién sabe si esa política de actuación regirá para un entrenador aún convaleciente, pero ejemplar en conducta y liderazgo.
El caso es que Abidal, una fuente de inspiración para el vestuario, para miles de enfermos anónimos y para una afición que le ha arropado en los peores momentos, abandona el club. No quiere colgar las botas, tiene el alta médica y asegura que puede jugar sin riesgos. Su lucha, que hasta hace meses simbolizó la fuerza del Barça, ha resultado estéril. Mientras estuvo enfermo, el Barça se comportó a la altura de los valores que defiende. Facilitó su recuperación y tuvo una sensibilidad extrema. Se trataba de una defensa pública de los valores que el club, en público y en privado, defendía con orgullo. Así fue hasta que esos valores, travestidos por palabras huecas, derivaron en hipotecar la palabra del club. Eso sucedió cuando el vicepresidente deportivo, Josep María Bartomeu, anunció en RAC-1 que el contrato de Abidal estaba redactado y que, cuando jugase su primer partido, renovaría. Palabras que sonaron de forma genial, pero que hoy no dicen nada. Hoy la palabra de Abidal es un rascacielos. Y la de Bartomeu, una miniatura.
En esta historia de promesas que no valen nada, ha existido ausencia de sinceridad: no era incompatible aplaudir el regreso de Abidal con explicar que no estaba al nivel exigido, reconociendo que el club, o mejor dicho, una persona del club, se había apresurado a prometer algo que el Barça no podía cumplir. Faltó la naturalidad que merecía el jugador y que demandaban los socios. Y también conocer, de primera mano, qué pensaba el staff técnico del estado de forma del jugador. Ante esa falta de respuesta, una pregunta retumba en el interior de muchos barcelonistas: ¿de verdad era imposible haber renovado al jugador ofreciéndole un lugar secundario en la plantilla? Tiene razón Zubizarreta. Esta es una de esas decisiones que pesan cuando uno se va a dormir. Y pesa una tonelada.
No se puede anunciar que un jugador renovará automáticamente si juega un partido, pensando que su recuperación es imposible, para incumplir esa promesa cuando Abidal se ha recuperado. Nadie honrado podría conciliar el sueño con algo así en su conciencia. El Barça no ha maltratado a Abidal, pero el club no ha hecho todo lo posible por cumplir la palabra que había empeñado. Esta no es una película sobre buenos y malos, ni puede ser un juicio sumarísimo con culpables e inocentes, pero hay momentos en los que la vida pone a prueba la fuerza de las convicciones de las personas. Y en este asunto, para tristeza de sus aficionados, la directiva del Barça ha estado muy por debajo de la estatura moral de Abidal. Será que, en esta vida, siempre es más fácil presumir de valores que demostrarlos.
Ruben Uria #PERFECTO