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Mega Fútbol
- 16/4/12
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Marca lanza unos buenos articulos de algunas selecciones conocidas como las mejores de la historia. Por ahora van asi:
Capitulo I
La Italia de Giuseppe Meazza
En una época convulsa en la que el fútbol daba sus primeros pasos hacia el profesionalismo, las selecciones sudamericanas ejercían como grandes dominadores y sólo combinados como el austríaco o el húngaro presentaban batalla a la excelsa Uruguay o la potente Argentina. Así fue hasta que en 1934 surgió una selección con un espíritu único que lideraba uno de los grandes mitos del fútbol italiano. Bajo la dirección de Vittorio Pozzo y la 'dictadura' futbolística de Giuseppe Meazza, Italia protagonizó un cambio de rumbo inesperado en el panorama internacional.
Uno de los grandes mitos italianos, un futbolista de enorme calidad que atesoraba además una capacidad innata para el remate. El 'Peppino' irrumpió en el Calcio con tan solo 17 años y tras su debut con el Inter de Milan, en el que marcó dos goles, se convirtió en la gran sensación del campeonato italiano. Marcó 33 goles en su segundo año y fue máximo goleador en el tercero, año en el que levantó el 'Scudetto' con su equipo.
Eran los primeros síntomas de la explosión definitiva de una de las grandes leyendas del fútbol. Los primeros pasos de un futbolista que llevaría a Italia a conquistar dos Mundiales de manera consecutiva. La 'azurra', que se había negado a participar en el torneo de 1930, era la encargada de albergar la edición de 1934.
Vittorio Pozzo logró formar un equipo aguerrido y disciplinado que basó su éxito en su impecable condición física. Con una preparación casi militar, Italia incorporó a tres futbolistas sudamericanos a su plantilla. Raimondo Orsi, Luis Monti y Enrique Guaita, que habían vestido la albiceleste recientemente, reforzaron el combinado italiano. Por aquel entonces, la FIFA permitía cambiar de selección a los tres años. En este caso, levantó la mano y permitió el decisivo cambio para el Mundial de 1934.
El anfitrión no falla
La negativa de Uruguay a participar debido al boicot europeo cuatro años antes y la ausencia de los equipos británicos permitió a Italia situarse como uno de los equipos con serias posibilidades al título. Pronto lo confirmó con una goleada a Estados Unidos (7-1) en primera ronda. Ya en cuartos, en la denominada 'batalla de Florencia', superó a la España de Zamora en un partido recordado por su dureza. Varios jugadores del combinado español acabaron lesionados, algo habitual en los partidos de la 'azzurra'.
Su intensidad defensiva sirvió también para dejar en el camino al Wunderteam austríaco en semifinales. El marcaje de Monti sobre Sindelar resultó clave en un partido que decidió el tanto de Guaita en la primera mitad. Ante Checoslovaquia, en la gran final, un gol de Schiavio en la prórroga culminó la remontada de la 'azzurra' y otorgó a los de Pozzo el primer título mundial.
La veteranía de algunos futbolistas condicionó una evolución que terminó por presentar a una Italia totalmente distinta cuatro años más tarde en el Mundial de Francia. Foni, Rava y Locatelli, campeones con Italia en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, lideraban junto al letal Piola una renovación de la que únicamente se salvaron Meazza y Ferrari. Sólo ellos repitieron presencia en la final del Mundial de Francia en 1938.
Bicampeones ante Hungría
En esa edición, una imagen quedó para la historia como una de las acciones más curiosas en un Mundial. Tras superar a Noruega y a Francia, Italia se medía a la gran Brasil de Leónidas. que sorprendentemente comenzó el partido en el banquillo. La instantánea la protagonizó, como no podía ser de otra manera, el gran Meazza. Con 1-0 en el marcador, el talento de la 'azzurra' transformó un penalti mientras se agarraba el pantalón con su mano izquierda. La prenda, rota en una jugada anterior, obligó al delantero a ejecutar la pena máxima de esa pintoresca manera.
Italia se plantó en la final y ganó a Hungría en un partido vibrante en el que sendos 'dobletes' de Colaussi y Piola decidieron el partido (4-3). Italia tocó el cielo de nuevo y acentuó un dominio que rompía con la tradicional hegemonía sudamericana. Sería el último éxito de Italia y de Meazza en aquella época. Un accidente mantuvo al jugador del Inter un año lejos de los terrenos y cuando regresó, nada volvió a ser como antes. Pese a todo, su legado y el de esta Italia aún permanece latente en el fuerte espíritu de la 'azzurra'.
http://www.marca.com/2012/07/02/futbol/futbol_internacional/1341252096.html
Capitulo I
La Italia de Giuseppe Meazza
En una época convulsa en la que el fútbol daba sus primeros pasos hacia el profesionalismo, las selecciones sudamericanas ejercían como grandes dominadores y sólo combinados como el austríaco o el húngaro presentaban batalla a la excelsa Uruguay o la potente Argentina. Así fue hasta que en 1934 surgió una selección con un espíritu único que lideraba uno de los grandes mitos del fútbol italiano. Bajo la dirección de Vittorio Pozzo y la 'dictadura' futbolística de Giuseppe Meazza, Italia protagonizó un cambio de rumbo inesperado en el panorama internacional.
Uno de los grandes mitos italianos, un futbolista de enorme calidad que atesoraba además una capacidad innata para el remate. El 'Peppino' irrumpió en el Calcio con tan solo 17 años y tras su debut con el Inter de Milan, en el que marcó dos goles, se convirtió en la gran sensación del campeonato italiano. Marcó 33 goles en su segundo año y fue máximo goleador en el tercero, año en el que levantó el 'Scudetto' con su equipo.
Eran los primeros síntomas de la explosión definitiva de una de las grandes leyendas del fútbol. Los primeros pasos de un futbolista que llevaría a Italia a conquistar dos Mundiales de manera consecutiva. La 'azurra', que se había negado a participar en el torneo de 1930, era la encargada de albergar la edición de 1934.
Vittorio Pozzo logró formar un equipo aguerrido y disciplinado que basó su éxito en su impecable condición física. Con una preparación casi militar, Italia incorporó a tres futbolistas sudamericanos a su plantilla. Raimondo Orsi, Luis Monti y Enrique Guaita, que habían vestido la albiceleste recientemente, reforzaron el combinado italiano. Por aquel entonces, la FIFA permitía cambiar de selección a los tres años. En este caso, levantó la mano y permitió el decisivo cambio para el Mundial de 1934.
El anfitrión no falla
La negativa de Uruguay a participar debido al boicot europeo cuatro años antes y la ausencia de los equipos británicos permitió a Italia situarse como uno de los equipos con serias posibilidades al título. Pronto lo confirmó con una goleada a Estados Unidos (7-1) en primera ronda. Ya en cuartos, en la denominada 'batalla de Florencia', superó a la España de Zamora en un partido recordado por su dureza. Varios jugadores del combinado español acabaron lesionados, algo habitual en los partidos de la 'azzurra'.
Su intensidad defensiva sirvió también para dejar en el camino al Wunderteam austríaco en semifinales. El marcaje de Monti sobre Sindelar resultó clave en un partido que decidió el tanto de Guaita en la primera mitad. Ante Checoslovaquia, en la gran final, un gol de Schiavio en la prórroga culminó la remontada de la 'azzurra' y otorgó a los de Pozzo el primer título mundial.
La veteranía de algunos futbolistas condicionó una evolución que terminó por presentar a una Italia totalmente distinta cuatro años más tarde en el Mundial de Francia. Foni, Rava y Locatelli, campeones con Italia en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, lideraban junto al letal Piola una renovación de la que únicamente se salvaron Meazza y Ferrari. Sólo ellos repitieron presencia en la final del Mundial de Francia en 1938.
Bicampeones ante Hungría
En esa edición, una imagen quedó para la historia como una de las acciones más curiosas en un Mundial. Tras superar a Noruega y a Francia, Italia se medía a la gran Brasil de Leónidas. que sorprendentemente comenzó el partido en el banquillo. La instantánea la protagonizó, como no podía ser de otra manera, el gran Meazza. Con 1-0 en el marcador, el talento de la 'azzurra' transformó un penalti mientras se agarraba el pantalón con su mano izquierda. La prenda, rota en una jugada anterior, obligó al delantero a ejecutar la pena máxima de esa pintoresca manera.
Italia se plantó en la final y ganó a Hungría en un partido vibrante en el que sendos 'dobletes' de Colaussi y Piola decidieron el partido (4-3). Italia tocó el cielo de nuevo y acentuó un dominio que rompía con la tradicional hegemonía sudamericana. Sería el último éxito de Italia y de Meazza en aquella época. Un accidente mantuvo al jugador del Inter un año lejos de los terrenos y cuando regresó, nada volvió a ser como antes. Pese a todo, su legado y el de esta Italia aún permanece latente en el fuerte espíritu de la 'azzurra'.

http://www.marca.com/2012/07/02/futbol/futbol_internacional/1341252096.html